Nunca seremos Islandia

Nunca seremos Islandia. Ese país, paraíso para cualquier amante de la naturaleza y apasionado de la fotografía; ese país, fuente de las más hermosas y longevas sagas. Ese país, a día de hoy, y después de haber pasado por lo peor de una dura crisis, todavía está considerado como el mejor país del mundo para ser mujer, así como el mejor país para nacer según el «Mapa de la supervivencia infantil 2012», realizado por la organización Save the Children.

En el tiempo convulso que vivimos en el continente, la mayoría de los medios han optado por olvidarse de una isla en la que, pacífica y democráticamente, se decidió a cambiar el rumbo de los acontecimientos. Seguramente, ha influido su tamaño, su número de habitantes y la respuesta que tuvo el eco de sus voces. Apenas hemos visto algún programa de televisión explicando lo que allí sucedió y mostrando al mundo que existe otra forma de hacer las cosas. Más reciente aún, es el breve reportaje  de la BBC sobre las recetas islandesas para salir de la crisis. Creánlas mejores o peores, considérenlas factibles o no, pero demuestran que existen otros caminos. Y eso debería ser suficiente para reflexionar.

Nunca seremos Islandia. Permítanme el consuelo de la aseveración en estos días que corren y regreso a encontrarles en esta humilde página. Y es que en ese país en el que se ha juzgado a políticos y banqueros por su mala gestión, se siguen tomando decisiones que colapsan con aquello a lo que por estos lares nos tienen acostumbrados. Hoy me despierto y me encuentro con una noticia perdida en medio de un repetitivo maremagnum informativo: Islandia subvenciona la cultura para salir de la crisis. 

Mientras, aquí, nos han cambiado el tablero de juego. Jugábamos al ajedrez y, de pronto, tenemos una oca. Somos peones que no reconocen el suelo que pisan. 

Nunca seremos Islandia, pero ¿y si lo fuéramos?.

Silvia Pato