Las grandes estructuras de la música.


«Cuando tendemos nuestra mirada por la faz del ancho mundo o cuando con otra forma de mirada más aguda e intensa recorremos idealmente el inmenso paisaje de la Historia encontramos que, tanto en el mundo de hoy, con su diversidad dentro de la unificación que la cultura moderna impone, como en la multiplicidad infinita de culturas pasadas, aparece persistentemente un agente sin el cual no es posible comprender forma alguna de sociedad ni aun de organización humana. En un mundo que desarrolla su existencia bajo la luz solar, habrá de existir, incuestionablemente, un sentido que sirva de órgano de percepción, sentido sublime entre todos y por el cual la maravilla del mundo en la inagotable variedad de sus formas nos llega a la inteligencia. El mundo, en la belleza o en el horror de sus objetos plásticos, nos entra por los ojos, todo él bañado en un fluido luminoso que recoge para trasmitirlo a nuestra conciencia el sentido de la vista.

Mas el mundo no está inmerso solamente en el océano luminoso. Un nimbo sonoro vibra en derredor suyo y se ha supuesto que todos los mundos que la vista alcanza a ver se bañan en análogas atmósferas sonoras. Si la vista es el sentido de percepción por excelencia, el oído es el sentido de comunicación: sentido de función doble, porque recibe la minuciosa combinatoria del mundo sonoro para enviarla a nuestro yo profundo y  alimenta, ademas, la facultad que está en nosotros de hacernos sonoros, de retorno. Basta a las cosas estar sumergidas en la luz para que nosotros las percibamos, si no nos aqueja el mal tremendo de ceguera. Pero no nos basta con no estar ciegos del oído, con no estar sordos, para comprender los mil matices del mundo sonoro, salvo los ruidos más elementales que se producen en la Naturaleza».
SALAZAR, Adolfo. Las grandes estructuras de la música. Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2000

Silvia Pato